La leishmaniosis es una enfermedad parasitaria producida por el protozoo Leishmania infantum, de distribución endémica en la zona mediterránea. Se transmite por el un artrópodo llamado flebótomo y se la conoce como la “enfermedad del mosquito” debido a que este artrópodo se parece mucho a los mosquitos, aunque no lo es. Es una enfermedad que afecta mayoritariamente a perros y en menor medida a seres humanos y a gatos, aunque en los últimos años también se han descrito parasitaciones en conejos salvajes en zonas de mucha presión parasitaria.
La transmisión en perros mayoritariamente es vía vectorial, es decir, mediante la inoculación por parte del flebótomo, aunque se han descrito casos aislados de transmisión sexual y vertical (de la madre a las crías), por eso cualquier animal positivo debe excluirse para la reproducción. Otras vías de transmisión que se han demostrado ha sido mediante transfusiones de sangre (actualmente se comprueba que el animal no tenga la enfermedad) y por contacto directo, siendo esta última muy poco probable.
Una vez el parásito entra en el cuerpo del animal, pueden pasar dos cosas: que el animal enferme o que no. ¿De qué depende? De la estrategia que el sistema inmune utilice para combatir al protozoo. Si la respuesta es humoral, es decir, mediada por anticuerpos, la enfermedad progresará, mientras que si la respuesta es celular, es decir, mediada por las diferentes células del organismo, la enfermedad será asintomática o leve. De hecho, se ha visto que el podenco ibicenco es la única raza que se ha visto que no enferma de leishmaniasis gracias a que la estrategia de su sistema inmune es la respuesta celular. Esto hace que no tengamos que basarnos en los títulos de anticuerpos anti-Leishmania spp. para decidir si debe tratarse o no la parasitosis, ya que podemos encontrarnos animales con titulaciones altas que no requieran tratamiento y otros con titulaciones menores que sí lo requieran. ¿Entonces, qué criterios habrá que seguir? Primero de todo, debemos tener en cuenta si hay sintomatología, tanto física como analítica y, por otro lado, habrá que valorar el proteinograma, que nos indicará cómo está respondiendo a nivel humoral el organismo. Una elevación de las globulinas, en especial de las gamma-globulinas y a veces de las beta-globulinas, indican que la respuesta del cuerpo frente a la parasitosis está fallando.
Además, según la gravedad de la enfermedad, la estrategia de tratamiento será una u otra. Actualmente se están realizando estudios con diferentes presentaciones de Artemisia annua en el tratamiento de la enfermedad, habiéndose visto que lo importante es la calidad de la droga vegetal y no que haya una alta cantidad de artemisina, el principio activo que se ha visto que tiene poder leishmanicida. ¿Por qué pasa esto? Porque el principio activo es importante, pero en sinergia con los demás componentes de la droga vegetal, de modo que al aislar solo el principio activo, en este caso la artemisina, del resto de componentes la eficacia disminuye muchísimo. Es importante no administrar por cuenta propia el tratamiento con productos que contengan artemisa o artemisina ya que no todos tienen la misma calidad, de hecho se ha visto que algunos que actualmente están en mercado funcionan en algunos casos y fracasan en otros, sin poder llegar a ser previsible la respuesta, incluso hay fabricantes que no los recomiendan como leishmanicida precisamente por lo que acabo de contar. Actualmente las investigaciones sobre el uso de la Artemisia annua en el manejo de la leishmaniosis canina siguen realizándose sin subvenciones, siendo la autora de este post una de las investigadoras de un nuevo estudio.
Es muy importante no precipitarse a la hora de tratar la parasitosis y solo hacerlo en aquellos casos que realmente lo necesiten debido a que se están empezando a ver resistencias a los tratamientos convencionales, por eso resulta imprescindible un árbol de decisiones adecuado para saber cuándo y cuándo no tratar una leishmaniosis, así como con qué productos, intentando reservar siempre las estrategias más agresivas para aquellos cuadros más graves. Además y, como en todas las enfermedades, la prevención es lo más importante. Resulta imprescindible un buen tratamiento con productos antiparasitarios y repelentes para evitar la picada del flebotomo, tanto en animales sanos como en animales enfermos, ya que esto supone más del 90% de la protección frente a esta enfermedad. Actualmente existe en el mercado una vacuna con una tasa protectora que todavía no está muy clara, pero que resulta recomendable y que no evita el uso de los antiparasitarios. Una pregunta habitual es por qué entonces se recomienda la vacunación y aquí hay bastante discrepancia entre veterinarios, así que el criterio será el propio. Los productos antiparasitarios evitan que el flebotomo llegue a picar al animal, pero no protege contra todos, en consulta explico que de 100 flebotomos a lo mejor pican 2, pero si uno de esos dos está infectado, aquí es donde entra en juego la vacuna, la cual estimula la respuesta celular en caso de infección.
Así pues, a modo resumen, lo primero es proteger al animal de la picada del flebotomo, tanto al sano para evitar que enferme, como al enfermo para evitar que enferme a otros; recomiendo la vacunación por si fallan los antiparasitarios que haya una segunda barrera para proteger al animal. Por último, en caso de que el animal enferme, el tratamiento debe ser individualizado y solo en caso de que sea necesario, adaptándose a la gravedad del animal para evitar promover resistencias que hagan que esta enfermedad vuelva a ser tan mortal como era antaño.