Síndrome postvacacional en los perros

¿Qué es el síndrome postvacacional?

La comunidad científica acepta mayoritariamente que se trata de un conjunto de una reactividad psicológica respecto al cambio caracterizada por abulia, fatiga, desinterés, anhedonia, inapetencia, ansiedad, irritabilidad, fobia social, etc., pero cada perro puede presentar una variedad concreta de síntomas y con unas intensidades particulares. La idea más importante con la que quedarse de momento es “cambio”, pues es el detonante principal. En general, la duración, en caso de presentarse, no suele superar los 10 días.

Pero, ¿cambio de qué o respecto a qué? Sigamos leyendo.

¿Por qué los perros pueden sufrir esta forma de depresión?

Los perros son animales costumbristas, es una de sus características principales. A través de dichas costumbres y rutinas, los perros establecen un marco de predictibilidad en su entorno que les ayuda a trazar mapas mentales tanto físicos como temporales, y eso se traduce es estabilidad emocional. En realidad, les sucede básicamente como a nosotros, si bien es cierto que los perros suelen mostrarse menos flexibles a las variaciones de gran formato a corto plazo (a largo plazo son muy eficaces).

De esta forma, aquellos perros que llevan un estilo de vida concreto y en períodos vacacionales experimentan una modificación sustancial del mismo (a mejor, principalmente), pueden ser candidatos a la depresión postvacacional. En general, además, podemos establecer que cuanto más prolongadas sean las vacaciones y mayores diferencias existan entre su vida rutinaria y la propia de las vacaciones, mayor será la probabilidad de aparecer (la depresión) así como mayor será su intensidad. No obstante, estas no son reglas de oro, pues cada perro dispone de características únicas que aportan (y mucho) a todo ello.

¿Qué signos puede presentar mi perro?

En el primer apartado mencionamos algunos síntomas posibles. Vamos a enumerar los más habituales y fáciles de detectar:

  • Abulia, anhedonia, falta de interés general, merma en la capacidad de concentración.
  • Sobreexcitabilidad (respecto a estímulos que normalmente gestionaría con mayor eficacia).
  • Ciclotimias (muy relacionado con el punto anterior). A veces incluso se enfurruñan un poco y parecen distantes y circunspectos.
  • Inapetencia.
  • Decaimiento social (pérdida de interés en las relaciones e interacciones).
  • Retroceso puntual en alguna parcela que implique gestión emocional (inseguridad, miedo, impulsividad, etc.)


En general, nos percataremos de la aparición de la depresión postvacacional en aquellos aspectos más cotidianos del día a día, tales como en los paseos, en la alimentación, en nuestras ausencias de casa, en sus hábitos higiénicos, coordinación (especialmente perros mayores) y en su capacidad de entrenamiento (fundamentalmente por lo relacionad o con la concentración y el hastío). 

Síndrome postvacacional en los perros

¿Cómo podemos anticiparnos?

Lo principal que podemos hacer para evitarlo o amortiguarlo es facilitar una transición adecuada (como cada vez que suceden cambios importantes) para adelantarnos a ella: es nuestro mejor antídoto. Además, podemos tener lo siguiente en cuenta durante las propias vacaciones:

  • Procuraremos regresar dos o tres días antes (si es más, mejor, claro) de empezar de nuevo con nuestro frenético ritmo diario (así podemos dedicarnos un poquito a nuestro perro mientras se readapta a su entorno habitual).
  • Durante las vacaciones, trataremos de llevar un ritmo no demasiado diferente del cotidiano (de manera sostenida). Procuremos que las diferencias no sean abismales.
  • No debemos alterar sus rutinas imprescindibles. Por ejemplo, si normalmente duerme con nosotros, no le podemos pedir dormir fuera de la habitación (y menos en un sitio que no conoce)
  • Elige unas vacaciones diseñadas también para su pleno disfrute sin intentar volverlo loco. Quizás algo tipo casa rural sea más interesante que estar todo el día de tapeo por el casco histórico de alguna preciosa ciudad.
  • Procura por todos los medios que el alojamiento esté pensado para perros: no se trata sólo de que le dejen entrar, sino de que nuestro perro también goce.

Ya es demasiado tarde… ¿Y ahora, qué?

Tenemos buenas noticias: la depresión postvacacional es un claro ejemplo de afección transitoria y pasajera. Básicamente debemos respetar los tiempos de nuestro perro y tratar de no empujarlo a recuperarse antes de lo que está preparado para hacer. Esto no implica dejarlo de lado, pero si no quiere jugar, no lo forzamos (sí lo animamos), si ha perdido apetito, lo mismo. Podemos centrarnos en aquellas actividades que más feliz le hagan y, poquito a poco, volverá a ser el mismo de siempre.

En cualquier caso, recordemos esos 10 días de margen. Vayámonos hasta las dos semanas. Si en dicho plazo no observamos mejorías palpables, tenemos a nuestra disposición a nuestro veterinario, así como a un equipo de educación canina de confianza: no debemos desestimar su asesoramiento si la depresión postvacacional se le enquista a nuestro perro, pues hay individuos notablemente más sensibles.

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